Hola chiquis, os mando el email que le he mandado a un tío buenorro de Madrid que he conocido en chueca.com y ya me está empezando a poner pegas por el tema de las relaciones a distancia:
"Gracias por lo de guapo, no es para tanto. Tu camiseta es muy bonita (no me pidas más porque te has hecho la foto de tal manera que no se te ve la cara, aunque sí has puesto mucha atención en que se vea bien el resto de tu cuerpo). No haré comentario alguno sobre la otra foto que tienes colgada ya que es medio porno y me niego a comentar esos pormenores.
Ni que Madrid fuera Cincinati. Tampoco está tan lejos. Un amigo mío, Fran para ser exactos (quizá te lo hayas cruzado alguna vez por Fuencarral: es alto, con el pelo grunge, ortodoncia y aire despistado), recientemente se ha echado un novio en Madrid muy moderno y mírales ahora, tan felices están juntos que van y vienen de una ciudad a otra sin denuedo, “hasta que se les rompa el cántaro de tanto moverlo”, como vaticinan sus amigos, sus envidiosos amigos quiero decir.
No temas por lo nuestro, cariño, estos noviazgos a distancia son cada vez más sólidos y duraderos, sobre todo porque los subvenciona la compañía de autobuses, ¿no lo sabías? Vas a la taquilla y le dices a la taquillera de guardia: tengo novio en Madrid, quiero un bono de idas y vueltas.
La taquillera, que estará medio sorda porque la mampara las deja a todas así, te preguntará sorprendida: ¿que quieres un mono? Esto es una estación de autobús nene, no Gibraltar, deja las drogas que todos los jóvenes andáis ya muy colocados los viernes por la tarde.
Tú respiras profundamente porque estás enamorado, no te enojas con ella y le repites amablemente: No señorita, digo que tengo novio en Madrid y que quiero un BONO para ir y venir cómodamente los fines de semana, los puentes y las fiestas a ambos lados de la meseta.
Entonces la taquillera, siguiendo el protocolo que la compañía de autobuses les marca en estos casos, te inquiere insidiosa rellenando el preceptivo formulario: ¿lo has conocido por internet?
Y tú le respondes: claro está, si vivo en Granada y él en Madrid, no nos íbamos a conocer a silbidos, como en la Gomera, vamos digo yo. Ya nos hemos visto por cam, hemos hablado por teléfono, hemos comprobado que todo está en orden y nos hemos dado las bendiciones on line.
Y ella te dirá, escéptica: Good for you! Cumples todos los requisitos para recibir la subvención, así que te descuento un 20% en el bono de diez viajes a Madrid. Ninguna otra compañía de autobuses está tan concienciada ni hace tanto descuento a sus clientes gay, que lo sepas. De hecho, la línea a Cuenca los penaliza con un 10% sobre el valor del billete porque no quieren que gente de fuera les robe los pocos solteros que les quedan. Has tenido suerte de enamorarte de un madrileño y no de un conquense. Además, ¿qué hay en Cuenca? ¿tú has estado en Cuenca? Yo no, y eso que trabajo en una compañía de transportes y me ahorraría un pico si viajara. Pero no viajo mucho. No me atrae viajar. En casa del herrero cuchara de palo.
A lo que replicas, algo molesto porque te está dando la tabarra: ¿no tienen bonos de 100 viajes por lo menos? Más barato y práctico tienes que ser ¿no?. Y yo los necesitaré.
La taquillera, con una leve sonrisa en los labios, te tiene por tonto y te responde, muy maternal: ¡Qué ingenuos sois los mariquitas de provincias! Qué fuerte os entra al principio el amor y cómo se os va quedando el cuerpo conforme empieza a enfriarse. Yo os tengo muy calados, ¿no ves que pasáis por delante de mis ojos todos los días? Mira, te voy a vender un bono de 50 que son los viajes de media que dura una relación Granada-Madrid. Además, te hago el mismo descuento. Que conste que te estoy haciendo un favor porque los tickets no aprovechados no se devuelven. Así que hazme caso y llévatelo.
En esto que le dices, algo ofendido, porque no te gustan que desconfíen de tus sentimientos: En mi caso no, Fulanito y yo estamos muy enamorados y nuestra relación, pese a ser muy reciente, es madura, sincera e inalterable; nuestro amor es un endless love y va a durar toda la vida y parte de la otra, que es eterna y desconocida, y por eso me callo, porque si no te diría que aún así.
Y, después de este despliegue de buenos propósitos, te da la sensación de que por la megafonía de la estación suena la famosa melodía de Un lugar en el Sol, con Elizabeth Taylor y el guapo de Monty Clift, que tú reconoces porque eres gay y mitómano a la vez; y empiezas a tararearla con los ojos cerrados, como si estuvieras bailando con Fulanito: naaaa, na na na naaaaaaaaa, na na na naaaaaaaa, na naaaa, na naaaaa, na naaa na na na.
Es la hora del café y la cola llega hasta la entrada, no obstante la taquillera se siente en la obligación de ilustrarte y poner los puntos sobres las ies en lo concerniente a las relaciones a distancia, que ella cree conocer muy bien al trabajar como taquillera en una compañía de transportes, así que termina espetándote a la cara: mira nene, baja de la nube que no eres Fangoria y quédate con el de 50. Además, te regalamos un kit de enamorado a distancia que contiene los cascos para la peli del bus, condones, una tarjeta vip para que no tengas que esperar cola en el bar de Almuradiel, una guía de Madrid con los lugares de chueca más románticos, un diccionario de términos madrileños y tres cajas de pañuelos que te harán falta tras la ruptura.
Tú no quieres el set porque ya llevas exceso de equipaje, pero finalmente te das por vencido. El autobús está a punto de salir y aún te esperan cinco interminables horas antes de poder abrazar a Fulanito, así que acabas aceptando a regañadientes el bono y el kit de enamorado a distancia: bueno, bueno, lo que sea, hala, dame el de 50.
Pagas y te vas corriendo con el mono, digo el Bono, en dirección al andén 22, donde se concentran los numerosos gays enamorados que viajan a Madrid esa tarde. De repente se forma un revuelo alrededor. Un gay del grupo que estaba hablando por el móvil estalla en llantos no lejos de ti. Tira el móvil al suelo y lo pisotea con rabia. Luego se derrumba en todos los sentidos. Nadie se atreve a consolarlo porque está histérico y además tienen prisa en subirse al autobús. En cualquier caso, parece inconsolable. Una voz anónima se escucha a tus espaldas: otro que ya no se viene a Madrid, van cayendo como moscas. Y es que los integrantes de este grupo de viajeros cambian frecuentemente, conforme se les va acabando el amor o el bono, que también puede ocurrir.
Poco a poco se va despejando el andén. El chico de la ruptura telefónica se queda solo, sentado sobre una maletita, gimoteando y dudando de que le vayan a devolver los 47 viajes del bono que le queda por consumir. Los que continúan el viaje lo miran a través de las ventanillas y cruzan los dedos para conjurar el mal presagio. El autobús empieza la marcha y abandona la estación. La taquillera, que ha sido testigo de todo detrás de la mampara de la taquilla, con una lagrima en los ojos concluye afrmando: cuánto os voy a echar de menos cuando pongan el AVE!". Un saludito. /B. PALMA